Gracias a muerdemeedward
Texto: "Amanecer" de Stephenie Meyer
Fotos: Google
Posibles Spoilers
Acto seguido, hundió la aguja en el corazón.
-Mi ponzoña- respondió mientras impulsaba hacia abajo el émbolo de la jeringa.
Observé el comportamiento de Edward mientras yo me afanaba en que esa sangre, ahora viscosa, siguiera circulándole por las arterias.
Parecía estar besándola. Le rozó con los labios la garganta, las muñecas y el pliegue interior del codo. Escuché una y otra vez las obscenas perforaciones de los colmillos en la piel de Bella.
Su marido estaba inoculándole veneno en el cuerpo por el mayor número posible de puntos. Acerté a ver cómo le lamía los cortes sangrantes. Antes de que me diera arcadas o me cabreara, comprendí su propósito: sellar las heridas con saliva a fin de impedir la salida de la sangre o la ponzoña.
[...]
Un sonido nuevo llegó procedente del segundo piso, el único capaz de llegarme al alma en ese momento interminable. Un golpeteo frenético, un latido alocado... Un corazón en proceso de cambio.
El dolor era desconcertante. Mi cuerpo intentaba rechazar el suplicio, y me absorbía una y otra vez una oscuridad que me evitaba segundos o incluso minutos enteros de agonía, haciendo que fuera aún más difícil mantenerse en contacto con la realidad.
La negrura se había enseñoreado de todo y me había arrastrado en una ola de tortura. No podía respirar, ya había estado a punto de ahogarme antes, pero esto era diferente, porque me ardía la garganta.
La sensación de quemazón aumentó, se intensificó, alcanzó el tope y volvió a incrementarse otra vez hasta que sobrepasó cuanto había sentido alguna vez en mi vida.
Deseaba alzar los brazos y desgarrarme el pecho hasta abrirlo para poder arrancarme el corazón, cualquier cosa con tal de desprenderme de esa tortura, pero no sabía dónde tenía las extremidades y no era capaz de mover ni uno de mis dedos desaparecidos.
Únicamente deseaba morir. O mejor, no haber nacido nunca. Toda mi existencia no podía compensar este dolor. No merecía la pena vivir todo esto sólo a cambio de un latido más de mi corazón.
Puede que pasaran segundos o días, semanas o años, pero en algún momento el tiempo volvió a adquirir significado de nuevo. Podía sentir cómo recuperaba el control de mi cuerpo poco a poco, y esos pequeños logros fueron mis primeros indicadores del paso del tiempo. Nadie que me estuviera observando habría apreciado cambio alguno. Pero a mí, que luchaba por mantener los gritos a raya y aquella paliza encerrada en los límites de mi cuerpo, donde no pudiera hacer daño a nadie más, me hizo sentir como si en vez de estar atada a la estaca donde ardía, me estuviera aferrando a ella para mantenerme pegada al fuego. Pude contar los latidos retumbantes y frenéticos de mi corazón.
El dolor pareció disminuir en las puntas de los dedos de los pies y de las manos. Pero después llegaron las malas noticias. El fuego de mi garganta tampoco era igual que antes, porque ahora también me hacía estar muerta de sed y seca como un hueso.
El fuego se retiró de las palmas de mis manos, dejándolas dichosamente libres de dolor y frescas, pero se instaló en mi corazón, que ardía con tanta fuerza como el sol y latía a una furiosa y nueva velocidad.
La espalda se me arqueó, doblándome como si el fuego me estuviera alzando desde el corazón. Mi corazón galopaba hasta su último latido. Mi corazón tartamudeó un par de veces y después latió sólo una vez más. Y ya no hubo ningún otro sonido. Ni una respiración, ni siquiera la mía.
[...]
Estaba absorta en la persona del espejo. La criatura extraña que había en el cristal era indescriptiblemente hermosa. Su rostro impecable era pálido como la luna contra el marco de su pelo espeso y oscuro. Aquellas cejas perfectas se enarcaron con incredulidad sobre los relumbrantes ojos escarlatas, más brillantes de lo que había visto jamás.
-Vámonos de caza-
¿Y tú? ¿No habrías gritado de dolor aunque estuviera tu amado Edward? ¿Te gustaría ser una vampira?
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